El último mensaje de Jorge Basadre

El 29 de junio de 1980 murió el gran historiador de la República, Jorge Basadre. 26 días antes dio esta entrevista a tres estudiantes de la Universidad del Pacífico, que, según publicó Caretas, el 07 de julio de 1980, en su edición N° 606, sería la última que concedió. En ella aborda muchos temas como la situación de la universidad (de la suya, la UNMSM), las decisiones políticas de gobiernos anteriores, sus proyecciones para la década que empezaba (la del 80) y sobre las figuras de Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui; con especial mención en la de Víctor Raúl y sus visiones del Apra. Basadre también habla sobre las tareas de las CC.SS. y la influencia que tuvo haber pasado su niñez en Tacna para el posterior desarrollo de sus trabajos sobre el Perú. Una conversación que sirve para volver a repensar al país y su historia, en base a las vivencias de una mente discreta cuyo tema y preocupación fue el Perú. Se incluyen junto a esta entrevista, dos opiniones, de Pablo Macera y Patricio Ricketts, que también aparecieron en la mencionada versión de Caretas.

Texto de la entrevista:

EL ÚLTIMO MENSAJE DE BASADRE

“Mucha pena tener 77 años y querer tener 20”

Con la mirada puesta en lontananza, el martes 3 del pasado mes de junio, don Jorge Basadre, el historiador de la República,  que acaba de fallecer,  concedía la que habría de ser su postrera entrevista, a tres jóvenes estudiantes de la Universidad del Pacífico. Aunque en tiempos recientes había evitado pronunciarse sobre el país, Basadre confió a Augusto Alvarez Rodrich, Miguel Palomino Bonilla y Gianfranco Castagnola Zúñiga –estudiantes del 4to. año de Economía– sus últimas apreciaciones sobre el tema que ocupó su vida: el Perú, su pasado y su futuro. Destinada, en un principio, a ser publicada en la revista PANORAMA del Centro de Estudiantes de la Universidad del Pacífico, la entrevista fue cedida a CARETAS por sus autores –previa autorización de la viuda del insigne historiador–  por tratarse de un documento de excepcional importancia, como lo podrán apreciar nuestros lectores.

Texto: AUGUSTO ALVAREZ RODRICH, MIGUEL PALOMINO BONILLA, GIANFRANCO CASTAGNOLA ZUÑIGA. Foto: RENE PINEDO

1 Dr. Basadre agradecemos muy sinceramente la deferencia que tiene Ud. con nosotros. Y dando inicio ahora mismo a nuestra entrevista, pues no quisiéramos cansarlo, ¿podríamos empezar con su punto de vista sobre las relaciones entre historia y economía al nivel científico?

–Una historiografía que prescindiese de la economía sería superficial y trunca. Pero no todo fenómeno histórico es el subproducto del factor económico.

– ¿Cuál sería entonces la relación entre la dinámica económica, la cultura y  la política a nivel nacional e internacional?

–Creo que la dinámica económica y la política tienen una notoria interdependencia a nivel nacional e internacional. No me parece, en cambio, que necesaria y obligatoriamente exista una relación de ese tipo con la cultura. Por ejemplo, el arte de Picasso puede reflejar a su modo una coyuntura económica y una realidad política, pero aquí el elemento básico es inseparable del imprevisible germen irracional.

–La democracia no ha tenido éxito en el Perú hasta ahora. ¿A qué cree Ud. que se deba este fenómeno y cómo podría, a su juicio, consolidarse la democracia en nuestra patria en un futuro próximo?

–Hemos tomado la receta francesa de los franceses, ingleses y norteamericanos. La nuestra ha sido una angustiosa democracia formal. Hay que ir a una democracia que tenga presente, que incorpore todos los elementos de nuestra realidad, que no sea retrógrada porque se ha quedado en la mera democracia política.

–Bien Dr. Basadre, pero ¿cómo se podría diferencia la democracia formal de la real?

–Para que verdaderamente pasemos de una democracia formal a una democracia real se deben producir cambios y transformaciones, sobre todo de tipo económico.2 –¿Cree Ud. que el Perú se verá obligado a seguir un camino similar al de los países del Cono Sur, o logrará consolidar la democracia?

–No me parece adecuado caer en la profecía. Pero la democracia en estos tiempos, aquí, en esta parte del mundo –el mundo en proceso de desarrollo– tiene como enemigos terribles a los usos y abusos tradicionales, los obstáculos económicos, los infantilismos, las ebulliciones sociales, aventuras que tal vez emanan del extranjero. No se puede impedir que existan fuerzas que obedecen a consignas extranjeras.

–Pasando a otro tema, Dr. Basadre, ¿en qué Universidad vivió Ud.? ¿Cómo fueron sus maestros y discípulos?

–Fui estudiante y profesor en San Marcos. La vida y la historia he evocado a mis maestros y condiscípulos. Entre ellos destacan el filósofo y bibliotecario Pedro Zulen, magnífico ejemplo del éxito del mestizaje chino-peruano, como maestro; y entre los condiscípulos, Jorge Guillermo Leguía, quien fue para mí un maravilloso hermano.

–¿Podría hacer una comparación entre la Universidad en que Ud. estudió y la de ahora?

–La Universidad ha cambiado mucho. A pesar del aprecio que siento por mi Alma mater, debo decir que la juventud actual es en conjunto superior a la de nuestra época. Tiene más franqueza, más libertad; hay menos falsos tradicionalismos entre los muchachos y muchachas de hoy. Se cultivan ahora especialidades profesionales que en mi época no hubo. Todo eso repercute en las diferencias entre una y otra Universidad.

–¿Cuáles eran las banderas de la juventud universitaria de su tiempo?

–Hicimos la reforma universitaria en 1919 y colaboramos con entusiasmo en la reforma universitaria de 1930. La juventud actual, estoy seguro que sabrá izar sus propias banderas.

–Y la actual crisis del sistema universitario, ¿a qué razones la atribuye Ud.?

–Es una crisis compleja. Hay un exceso de universidades; muchas carencias y deficiencias económicas. La politización, la totalitarización y la masificación del estudiantado han gravitado sobre las universidades oficiales. Ciertas universidades particulares son casos excepcionales.

–¿Por qué cree Ud. que se ha producido este fenómeno de un exceso de estudiantes y egresados universitarios, a los que el país no puede dar cabida ni ocupación adecuada?

–Eso se debe a la orientación del sistema educativo y vocacional. Sus raíces lejanas están en la forma como se diseña y realiza la educación primaria y la secundaria. Son estudios orientados básicamente hacia el propósito de ingresar en las universidades. Se ha descuidado la orientación hacia los estudios y carreras que no tengan carácter universitario. Debemos tener una educación diversificada, donde haya atractivos, estímulos para aquellos que no van a ir a la universidad, para que se especialicen en técnicas, mandos medios, carreras prácticas. Hay una especie de invasión del espíritu universitario en la educación secundaria y también preuniversitaria. Ahora primaria y secundaria son términos que ya no se usan, porque la reforma actual cambia los cánones tradicionales.

CIMG4616 –Con respecto a las ESEPS, ¿no cree Ud. que la idea de orientar hacia otros tipos de vocaciones era positiva?

–La idea era en efecto, positiva. Lo que habría que estudiar es como se ha implementado, cuál es la realidad actual de su funcionamiento. Habría que tomar en cuenta que al crearse las ESEPS, y en general al haberse efectuado la llamada reforma educativa reciente no se ha capacitado debidamente al magisterio. Este proceso de la reforma educativa se ha hecho por encima al margen y a veces aun en contra del magisterio. Es ese sentido creo que se trata de un proceso truncado.

–Y pasando otra vez al tema de la Universidad, ¿cuáles serían a su juicio los aspectos positivos y negativos de la politización?

–La politización en las universidades está bien en cuanto implica una preocupación por la realidad, por el país, por el mundo. La parte negativa sería la ruptura del auténtico interés por la ciencia, por la investigación, por la cultura, por la formación integral de las nuevas generaciones.

–La generación suya, Dr. Basadre, la que emerge en la década del 20, ha tenido una preponderante gravitación en la escena política, científica y cultural del país en nuestro tiempo. ¿Cree Ud. que las siguientes generaciones arrancarán para su vigencia de un punto de reflexión histórica sobre el país, como ocurrió con la juventud de la época de Leguía?

–No me siento parte de una generación que haya sido o tenido preponderancia en la escena política, científica y cultural. No; hemos tenido demasiadas fisuras, divergencias. El país ha marchado en muchos aspectos por senderos que no me placen. Personalmente, y lo he dicho en mis Conversaciones con Pablo Macera, soy un francotirador.

–Pero entonces, ¿cree Ud. que pueda surgir una “nueva generación como resultado de un cambio importante en la estructura del país, en las ideologías, las formas de pensar, una “nueva generación” si se puede llamarse así, que sea preponderante en los niveles políticos, científicos y culturales?

–Lo que yo no veo es que pueda hablarse de una generación  como algo homogéneo y preponderante en todos los sentidos que Uds. señalan. No podemos decir, me parece, que en el Perú de hoy, o de los últimos diez años, se haya presentado el caso de una preponderancia en todos esos aspectos. El Perú ha vivido procesos bruscos, inesperados a veces, no premeditados en muchos casos, improvisados; y lo que se ha producido es una especie de heterogeneidad de fuerzas que han estado actuando en la vida nacional en forma inorgánica. Ahora, espero y deseo que venga una generación que tenga sus propios planteamientos frente a los grandes problemas nacionales y frente a las nuevas situaciones.

–El sentido de la homogeneidad a que nos referimos sería el de las raíces de los problemas a los que una generación se enfrenta. Aunque se escojan caminos diferentes, los problemas son los mismos. A eso nos referimos: a que una nueva generación se enfrenta a un común denominador de problemas básicos. Pensamos entonces que acaso la nueva generación, la que surja ahora como preponderante –digamos la que comience a tener “vigencia” en los próximos años–, habrá tenido una base común al haberse formado en el periodo de este último militarismo y eso acaso le permita asumir una común actitud generacional. ¿Podría ese hecho tener influencia en la forma de apreciar la realidad?

–Puede tenerla. Eso se demostraría en los planteamientos. Puede producirse lo que ustedes dicen. Pero vuelvo a repetir que yo no creo que exista en el Perú, mirando las cosas de veinte o diez años a esta parte. No se ha producido algo que tenga esos caracteres de homogeneidad, algo verdaderamente vertebrado. Más bien se han producido estallidos, conatos, movimientos inesperados, violentos o divergentes. Todo el proceso de los últimos diez años, por ejemplo, se subordina al experimento militar. Pero ese mismo experimento militar no tiene carácter homogéneo, pues hay las llamadas fases, y entre esas mismas fases hay discrepancias. Y así, hemos escuchado en los últimos días declaraciones de quienes han sido ministros o autoridades altas durante ese proceso, decir que el pronunciamiento y el régimen iniciado el año 68 fue un error. Como ven, pues, en todos los órdenes y niveles hay incoherencia, discontinuidad, divergencias. En ese contexto se explica que los cambios se hayan producido o bruscamente, o improvisadamente, por sorpresa, sin consenso; y el país se ha debatido entre sectores que han cooperado con el proceso, otros grupos que se han acomodado a él, y otros que se han opuesto. Se trata otra vez de situaciones empíricas, complejas, sin nitidez.

–Dr. Basadre, ¿su posición de francotirador la adoptó Ud. desde joven? –Sí. –Y cuando fue Ud. universitario, ¿qué opciones políticas se le presentaban?

–Yo fui estudiante entre los años 1919 y 1928. Nosotros estuvimos unidos por la reforma universitaria a la que fuimos en 1919 con gran entusiasmo. Otro punto de convergencia fue nuestra hostilidad a Leguía, manifestada en muchas formas. Yo personalmente tenía muchos familiares vinculados a las altas esferas del régimen de Leguía, pero esa situación no me tentó. Pero en el curso de esos años, sobre todo entre 1923, cuando las luchas que se suscitan en torno al intento de consagración del país al Corazón de Jesús, hasta el siguiente año 24, con la deportación de Haya de la Torre y el movimiento de las Universidades Populares, comenzó lo que podríamos llamar la pugna entre el caudillaje de Haya de la Torre –que se concreta más tarde en el llamado Partido Libertador en 1929, que lanza la candidatura de Haya a la Presidencia de la República, y luego el aprismo que aparece en 1931– y de otro lado el sector que está bajo la influencia de J. C. Mariátegui y que luego se orienta hacia la extrema izquierda, y culmina en la formación del Partido Socialista del Perú, que a la muerte de Mariátegui se convierte en Partido Comunista. En cuanto a mí se refiere, yo nunca fui aprista, nunca fui devoto de Haya de la Torre. Tampoco fui comunista, porque tenía una serie de reservas frente a esa ideología. De ese punto me he ocupado en unos artículos que se reproducen en mi libro Apertura, editado en 1979, con diversos trabajos míos. Yo tenía en contra del comunismo ciertas características que ellos llamarían “pequeños burguesas”, por una fuerte influencia de lo que habría sido mi infancia y juventud en Tacna, mi lucha contra la ocupación chilena. Vuelvo a decirlo, yo fui francotirador desde entonces. Y también en las elecciones de 1931. Por un milagro, una de esas cosas extrañas que ocurren en la vida nacional, luego de una grave crisis, surge una junta de gobierno con la personalidad fuerte de Gustavo Jiménez, que convoca a elecciones y quiere que sean libres y con tal objeto constituye una comisión que prepare técnicamente el Registro Electoral, que nunca había existido antes.  Yo formé parte de esa Comisión. Allí nosotros establecimos un proyecto,  que luego se convirtió en decreto ley, por el cual surgió un Registro Electoral magníficamente organizado. Se inicia así la independencia del Poder Electoral, el voto secreto y obligatorio, la representación de las minorías. Era un proyecto electoral muy limpio, con el propósito de dar independencia al organismo y autenticidad al sufragio. Surgen entonces los partidos de masas; no como habían sido los partidos populares de Piérola y Billinghurst, sino de masas organizadas. Por un lado el aprismo, que trae técnicas derivadas de movimientos sociales y políticos posteriores a la primera guerra mundial; y también el sanchecerrismo, que significa una ilusión en las masas menos ilustradas que se sienten identificadas con el caudillo surgido del mismo pueblo; Sánchez Cerro producía en esas masas una especia de transfusión, ellas veían en ese hombre alguien que ellas podían llegar a ser. A diferencia del aprismo, el sanchecerrismo quedó decapitado, muere su caudillo. Es como si hubieran asesinado a Haya de la Torre el año 1931 ó 1932, ¿qué sería hoy el aprismo? Pero repito que yo no me sentía partidario de ninguna de esas fuerzas. En aquella oportunidad se me ofreció una beca en el extranjero para especializarme en estudios historiográficos y bibliotecológicos, y me fui del país. Vuelvo a decirles: yo he sido siempre un francotirador. Y cuando alguna vez me han llevado a la política, he ido como uno de esos voluntarios porque los traen con soga. Fui Ministro de Educación del Dr. Bustamante y Rivero el año 46, en un momento de primavera cívica en el país, y en 1956 cuando se produjo una administración de tipo civil, en la cual no se pudo realizar una labor de carácter técnico por la interferencia de factores políticos, y tuve que marcharme. Esa es en breves palabras la historia… CIMG4621 –¿Y cree que actualmente veremos otro periodo de “Primavera cívica”?

–Sí, sí lo creo. Ahora, ¿cuánto tiempo va a durar? No lo sabemos.

–Ud. se refería a la representación de las minorías en el Estatuto Electoral del 31… ¿Le parece conveniente un sistema bipartidario en el Perú?

–¿Qué se entiende por sistema bipartidario?

–Un sistema que propicie la concentración de las corrientes políticas en dos fuerzas partidarias que están representadas en el parlamento y que se turnan en el poder ejecutivo.

–Yo pienso que aquí el gran error ha sido el de la cifra repartidora, y va a ser funesto porque permite una multiplicación de la opinión minoritaria y entonces esa opinión no va al parlamento con la fuerza que debería tener. Lo que debería exigirse es un mínimo de votos, una cifra racional, para que esos partidos puedan ir al parlamento. O sea que no se debe estimular la proliferación de opciones. Ese sistema funciona en Alemania y todos se agrupan en partidos grandes. Yo acepto la participación de las minorías siempre que esas minorías signifiquen un esfuerzo efectivo en la vida nacional.

–Ud. acuñó la fórmula de la “república aristocrática”. Se ha hablado también de una “república militar”. ¿Podría sintetizar en una frase lo que a su juicio será el Perú en la década del 80?

–Creo que uno de los rasgos esenciales del Perú de la década del 80 será el crecimiento y la gravitación de las clases medias y populares.

–Como historiador, ¿podría hacernos un juicio del último gobierno militar?

–Es un juicio histórico que necesitará elaborarse con objetividad, sobre la base de amplia información y mirando el fenómeno desde arriba y procurando una cierta distancia. En todo caso habría que señalar el error o el acierto de cada uno de los planteamientos fundamentales del proceso y confrontarlos con la dura verdad de algunos de sus resultados. Me parece que esa especie de enjuiciamiento del régimen militar –sentarlo en el banquillo para un proceso– escapa a los límites de esta entrevista. Pero yo postulo un juicio sin apasionamientos. Pese a que en muchos aspectos se fracasó y el Perú se perjudicó, habría que estudiar en cada caso los postulados y los programas y los resultados en el contexto de cada realidad específica. Por ejemplo, la reforma empresarial, ¿en qué sentido han sido eficaces las comunidades laborales?; en la política internacional, la tendencia al no alineamiento y al tercermundismo, la apertura a los países socialistas, etc. ¿Qué es el balance? Adelantar un juicio a priori no sería científico.

–La sexta edición de la “Historia de la República” alcanza sólo hasta 1933, ¿no cree que ya podría escribirse una historia por lo menos hasta el gobierno de Odría?

–Mi historia va más lejos que cualquier otra de su género escrita para los países sudamericanos. Por ejemplo, la de Francisco Encina en Chile, llega sólo hasta 1891; creo que en relación al pasado más cercano hay que destacar la importancia que tendría una serie de estudios interdisciplinarios sobre los más saltantes aspectos en el plano políticos, económico, social, cultural, etc., utilizando las técnicas de la computación y dedicando también investigaciones a temas de carácter local o regional y comparándola con la de países afines. Entonces, mi respuesta es que habría que enfatizar en trabajos monográficos interdisciplinarios utilizando las técnicas más modernas sin apresurarse a una síntesis para la cual no hay aún los elementos organizados. CIMG4622

–¿Podría hacernos un juicio comparativo de las obras de Mariátegui y Haya de la Torre?

–Sobre ese asunto, me explayo en el tomo XIII de la última edición de mi Historia.

–¿Qué obra concreta cree Ud. que deben emprender los científicos sociales en el Perú? ¿Qué posibilidades de desarrollo fructífero ve Ud. a las CC.SS. en nuestro medio?

–Los estudios de ciencias sociales deben buscar al país profundo, y la realidad contemporánea tal como efectivamente es uno como quisiéramos que fuese. Veo grandes posibilidades de desarrollo y aportes para las CC.SS si en ella predomina una adecuada metodología, técnicas modernas y capacidad para una rigurosa disciplina interior. Estoy hablando de mentes capaces, de legislaciones serias, sosegadas, socialmente aptas para ser instrumentos de una autentica renovación intelectual.

–Julio Cotler ha dicho que el Apra y la derecha carecen de intelectuales. ¿Qué piensa Ud. al respecto?

–Creo que el amigo J. Cotler ha tenido un poco de precipitación en esa condena común. No me parece que cabe equiparar al Apra, que al final y al cabo es un partido netamente peruano, con una derecha que obedece a muchas variantes y modalidades en el mundo de hoy.

–¿Cree usted que el pensamiento del Apra he variado desde sus posiciones iniciales hasta hoy?

–Sí. El Apra aparece afirmando que es un movimiento marxista; eso está muy claro en los primeros libros de Haya. En ellos dice que ha adaptado el pensamiento de Marx a la realidad indoamericana como él la llama. Esta actitud marxista, heterodoxa en alguna forma, todavía existe en el programa del año 31, pero corren los años, y después de los que significó el gobierno de Roosevelt y la Segunda Guerra Mundial, Haya de la Torre se va desligando de sus vínculos marxistas y en su libro “Espacio-Tiempo-Histórico”, que viene a ser una combinación entre Einstein y Toynbee, se rompe ese cordón umbilical, que había existido con el marxismo. La resistencia del Apra o del PAP frente a las fuerzas predominantes de la derecha, cede en el segundo gobierno de Prado y el acercamiento de Haya de la Torre a Odría. Uds. Recordarán que el 23 de mayo último los apristas han celebrado el Día de la Defensa de la Libertad. Pues bien, el 23 de mayo de 1923 es el día en que Haya surge como caudillo; es la fecha que hemos recordado de la consagración del Perú al Corazón de Jesús, que auspiciaba en Lima el Arzobispo de Lima. Pero posteriormente, los apristas no quieren asustar a los sectores católicos con ese recuerdo, puesto que son mayoría nacional.

–¿Podría contarnos cómo fueron los incidentes del 23 de mayo?

–El Arzobispo de Lima, monseñor Lisson declaró que iba a consagrar el Perú al Corazón de Jesús. Entonces, surgió un movimiento de protesta, incluso dentro de algunos sectores leguiístas, como la Revista Variedades de Clemente Palma (hijo de don Ricardo Palma), convergieron muchos sectores protestantes, masones, marxistas, etc., que rechazaban ese proyecto no sólo por razones ideológicas sino también para crearle dificultades al gobierno de Leguía. Entonces se produjo una Asamblea Estudiantil el 23 de mayo, presidida por Haya de la Torre. Se acordó en ella combatir el proyecto. Se salió a las calles. Los estudiantes fueron atacados por la gendarmería. A mí me consta que los estudiantes respondieron con revólveres a esta coacción de la fuerza pública. Murieron algunos gendarmes –eso no se dijo o por lo menos no se recalcó–. Pero el destino quiso que fallecieran un obrero y un estudiante, que se convirtieron en el símbolo de la unión obrero-estudiantil. Entonces, cuando los agentes policiales intentaron enterrar sacándolos de la morgue, los estudiantes y obreros, encabezados por Haya de la Torre, se apoderaron de los cadáveres y los llevaron a velar a San Marcos. Fueron velados una noche entera. Entonces, prácticamente el dueño de la Universidad de San Marcos fue Haya de la Torre, un estudiante; el Rector, los Decanos, las autoridades, pasaron a un segundo plano. Toda la noche Haya se la pasó hablando; tenía una excepcional capacidad oratoria. Entonces se produjo una manifestación realmente admirable. Partiendo de San Marcos, el cortejo pasó por el Palacio de Gobierno y llegó al cementerio. Ese día, pudo haber caído el gobierno de Leguía.  A la salida del cementerio la policía trató de tomar preso a Víctor Raúl, pero éste se escapó. (En este momento de la entrevista comunican al Dr. Basadre que lo llama un editor y librero; el Dr. Basadre indica que se le diga que tiene con él a unos jóvenes estudiantes y que no puede interrumpir la entrevista).CIMG4620 –¿Cree Ud. Dr. Basadre que a Haya le faltó un contrapeso, un interlocutor, para llevar adelante un debate a lo largo de toda su vida?

–Bueno, es un asunto muy complejo.  Haya tenía una psicología muy curiosa. Si ustedes se ponen a estudiarla verán que a lo largo de su carrera política, tan extensa, tuvo varias oportunidades de llegar al poder. Por ejemplo, después de las elecciones del 31, si hubiera tenido una posición más astuta y paciente en el Congreso posiblemente hubiera sido el sucesor de Sánchez Cerro. El año 1945, cuando va al Frente Democrático Nacional, buscan a José Luis Bustamante y Rivero y triunfan de una manera abrumadora –quien no tenía ninguna capacidad de intriga o de maniobra política– lo habría dejado ser candidato y habría ganado las elecciones siguientes. ¿Por qué esa lucha tan prematura entre Bustamante y la fuerza popular que hizo posible su candidatura, olvidando, tanto Bustamante como el aprismo, que había otros afuera, que estaban solamente esperando? La plutocracia, los agroexportadores, perjudicados por el control de cambios, estuvieron tentando a los militares desde el mismo año 45; primero quisieron utilizar al general Manuel E. Rodríguez. Este les falló y buscaron otros, que también les fallaron. Por fin, encontraron su hombre en Odría. Entonces, se habían olvidado de la fuerza económica que representaban estos agroexportadores. Se pierde, pues, la oportunidad del Apra. El año 1963, si se hubiera producido una alianza entre Belaúnde y Haya, habría sido muy conveniente para el país y seguramente Haya habría sido el sucesor de Belaúnde. En Haya ha habido una especie de inquietud, prisa para, en determinadas oportunidades, tirar el tablero, perder el juego… Oportunidades tuvo, pero las desperdició. Desde el punto de vista político, me parece que no ha habido en toda la historia del Perú un hombre como Haya, con sus características de orador político en relación con las muchedumbres; no en relación con la TV; Haya es pre-TV; Belaúnde es post-TV. Como Kennedy; Kennedy no habría triunfado de no haber sido por sus discursos en la TV. Grandes condiciones de oratoria multitudinaria, gran capacidad de organización, consagración absoluta a su tarea de caudillo, de jefe de partido, y el milagro de que en un país de gente tan dispersa como es el Perú haya podido subsistir este partido; ha sido sólo por él. Ustedes ven que poco tiempo después de su muerte ya están al borde del cisma.

–A propósito del cisma del Apra, ¿no cree Ud. que la presencia de gente como Luis Alberto Sánchez pueda unificar las tendencias?

–Miren ustedes, yo creo que si el Apra lleva como candidato a la presidencia de la República en 1980 a Sánchez, a pesar del problema de la vista, porque ese problema no impide viajar, ni  hablar ni escribir –la cosa hubiera sido distinta; habrían llegado con más fuerza, porque Sánchez es un hombre muy astuto, muy cazurro él –lejos de haber creado resistencia hubiera atraído sectores. A ellos les interesaba que aparte del voto aprista, hubiese llegado el voto independiente; ese sector es el mayoritario en el Perú. Y esa capacidad para atraer el voto independiente estaba más en Sánchez que en Villanueva. Este tiene una imagen difícil de ser olvidada, de hombre duro y violento. Además, aunque parezca mentira, lo de su esposa chilena ha tenido más gravitación de lo podía haber supuesto. El año precisamente de la conmemoración de la guerra.

–Ud. mencionó que en el año 63 se pudieron haber aliado el Apra y Acción Popular. ¿Cree Ud. realmente viable esa alianza?

–Sí, es posible… Si ya el Apra se alió con Odría y con Prado, ¿por qué no con AP? Hay afinidades entre ambos partidos.

–Volviendo a su persona Dr. Basadre, ¿de qué aspecto de su vida se siente Ud. orgulloso y de cuáles se arrepentiría en este momento?

–En realidad, me siento satisfecho con lo que he podido realizar en mi vida. He cumplido en mi campo como podía esperar, pese a algunos inconvenientes en la vida, que no me han faltado… Puedo dormir tranquilo. ¿Arrepentirme? En lo esencial no me arrepiento de nada…

–Más que arrepentirse, ¿qué errores cree que ha cometido?

–Muchos.

–¿Cuáles? –(Sonriendo) Muchos…

–Dr. Basadre, ¿influyó en su vida el hecho de haber vivido durante su infancia en Tacna cautiva?

–Mucho. Dejó una huella profunda el cautiverio. Por ejemplo, yo fui educado en una escuela semiclandestina, dirigida por una profesora peruana, por las noches, pues se habían cerrado  las escuelas peruanas. Chile mandaba sus mejores elementos a Tacna y Arica para chilenizarlas. Pero el amor al Perú que nos cultivaron fue superior a todo. Se cometieron barbaridades. Un caso, por ejemplo, fue el de una familia tacneña, cuyo hijo, educado en las escuelas chilenas, llegó a formar parte de una asociación de jóvenes chilenos. Ya casado estableció contacto con peruanos patriotas. Al enterarse de escuelas los miembros de la asociación a la que pertenecía, lo citaron en un lugar alejado; y él, sospechando el motivo, llevó consigo una hija menor de unos cuatro años para evitar cualquier desenlace violento. Nunca volvieron. Tiempo después fueron encontrados los dos cadáveres. Hechos como estos se repetían con frecuencia.

–Dr. Basadre, ¿cuál sería su mensaje a la juventud en este momento?

–Yo podría en ese momento usar palabras muy bonitas, con mucha retórica, pero no lo voy a hacer. Mi mensaje es: envidio a la juventud por los momentos que va a vivir y que serán determinantes para nuestro país.

–Finalmente quisiéramos mencionarle algunas palabras que Ud. nos responda lo primero que ellas le motiven.

–Bien.

–Fernando Belaúnde Terry:

–El futuro Presidente de la República, al cual todos tenemos el deber patriótico de ayudar.

–Chile:

–Un país al cual no debemos mirar con odio, pero sí con mucho cuidado.

–Tacna:

–Un pueblo al que le ha costado ser peruano, pero al que no se le presta toda la atención que merece.

–Jorge Basadre:

–Mucha pena de tener 77 años y querer tener 20…

–¿Y cómo cree que la historia recordará al gran historiador de la patria Jorge Basadre?

–Es que no existe el gran historiador Jorge Basadre. CIMG4619 –Insistimos, sí insistimos:

–Ya vendrán otros historiadores que continuarán la obra a su manera…

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Erudito total

Por: PATRICIO RICKETTS REY DE CASTRO

Es insondable el vacío que deja la muerte de Basadre en la cultura peruana. El país se ve distinto. Como si hubiese perdido la cordillera. Donde él estuvo, queda una desolación. Por monumental y permanente que sea su obra escrita y por inspirador que parezca su ejemplo, era su presencia misma la que llenaba por completo la escena, por mucho que quisiera evitarlo su discreción.

Ahora que estas palabras no han de herir su modestia, cabe decir en justicia y sin hipérbole que Basadre fue la personalidad más importante del siglo y una de las más notables de nuestra historia. Significó en este tiempo lo que Garcilaso en el suyo: la cumbre señera que domina el horizonte, el punto máximo de referencia. Era el Perú en plenitud.

¡Cuán dolorosa la fragilidad del cuerpo que dejó escapar su gran espíritu, en el cenit de su brillantez y sabiduría! ¡Y cuán severa su entereza en el paso a la eternidad! ¡Qué pudor para dialogar en silencio con la muerte que llegaba! ¡Cuán firme y viril su gesto estoico, su serena y lúcida entrega!

Trabajó sin cesar hasta al último instante, enriqueciendo su opulento legado al país. La muerte le venció cuando su frescura intelectual parecía inmarcesible, cuando su brío de escritor se volcaba en páginas antológicas, las mejores de su vida, y cuando señoreaba el pasado con incomparable majestad, en tanto que atendía con mirada de águila al anuncio de los nuevos tiempos.

Príncipe de los historiadores peruanos y padre de la moderna historiografía en el país, se contó Basadre entre los grandes que en América Latina han dominado la trayectoria del hombre y su destino. Pero fue mucho más que todo eso.

De no haber estado entrañablemente comprometido con esta pequeña provincia de tan ligera gravitación mundial, habría manejado asuntos de envergadura y alcanzado vigencia internacional poco común. Algunos capítulos de “La Vida y la Historia”, el más bello y el que más amaba de todos sus libros –lo rehízo el año pasado y confiamos en que su reedición no se hará esperar–, sugieren  lo que Basadre habría podido dar de sí en el tratamiento de los grandes temas de nuestro tiempo. Sin embargo, prefirió renunciar a ellos, apartándose de la senda de Francisco García Calderón, para concentrarse en lo que más hondamente afectaba su sensibilidad de hombre: el quehacer y el destino de los suyos. Fue raigal, al precio de la universalidad. Lo fue conscientemente. Entregó al país no sólo su ser, sino también sus potencias. Su obra incomparable y la que pudo haber escrito, de alcances más vastos. El Perú fue su tema y preocupación. Pero no todo su ámbito. Lo entendió desde la sangre y las fibras más profundas de su ser, desde los libros y documentos, pero también y sobre todo desde las grandes perspectivas de la cultura. Erudito total de lo nuestro, alcanzó sabiduría de orden: ancha y honda, universal y humanista, en el sentido más noble, elevado y ecuménico del vocablo. Por eso fue impar.

Su excelencia historiográfica y su especialización en el acontecer republicano han ensombrecido la más interesante de sus dimensiones. Basadre fue el mayor ideólogo del país. Escribió historia para hacer historia. La entendió como “proyecto fecundable”. Como la empresa de dar acento a una generación, cargándola de ideas y de hechos. Para que pudiese cumplir su destino histórico.

Su obra, admirablemente coherente, está vertebrada por un sistema de ideas, que conjugan la experiencia humana con la experiencia histórica del país. Es un rico, sólido y complejo manifiesto humanista, el más sabiamente construido hasta hoy en el Perú. Su filiación fue, desde la primera hasta la última de sus páginas, inequívocamente socialista.

Nadie hizo tanto como él por conformar aquí una nación y por enrumbarle, integrándola en un sentido histórico y social. No aplicó como Mariátegui, una metodología rígida al examen de la realidad nacional. Hizo más. Partiendo de ésta, encontró en su propia trayectoria histórica la exposición de motivos de un nuevo modelo de sociedad, de un proyecto nacional.

Su inspiración socialista, sin rigideces conceptuales, concilia dos ideales: el de libertad, propio del liberalismo y de sus profundas raíces históricas; y el del desarrollo humano, vinculado a la revolución tecnológica y a la promoción del bien general por encima de los intereses particulares, pero sin mengua de la iniciativa individual. Fue esta concepción del socialismo “con rostro humano” en una sociedad abierta la que aportó a Basadre del marxismo desde la década del veinte. A ella se mantuvo fiel hasta el último de sus días.

La unidad esencial del Perú, constituida por una pluralidad humana en proceso secular de integración, el sentido de la República como promesa, todavía incumplida, de una vida mejor; la concepción del pueblo como “numen de la nacionalidad” y actor principal de nuestro pasado; la revaluación de los humildes, los acallados y los disidentes que dieron nervio y fibra a esta país; la identificación de los múltiples valores sociales, culturales y de todo orden que han confluido en un enriquecimiento del quehacer nacional; y el rescate de los aportes de hombres que dejaron obra sin saborear recompensas, son apenas algunos de los muchos elementos con que Basadre asentó, a lo largo de su vida, las bases de una identidad y de una proyección del hombre peruano.

Cuidadoso de mantenerse muy lejos de lo declaratorio y lo partidario, este gran ideólogo de la transformación social del país reservó para sí la función de “inteligencia libremente móvil” y la libertad plena del ejercicio crítico. Prefirió el rol de francotirador a cualquier regimentación. Pensaba que la libertad de acción, inherente a la labor intelectual, bien valía los riesgos del aislamiento frente a las capillas, las cofradías y las instituciones. Representó entre nosotros la excelencia del hombre, del individuo.

Decir de su calidad humana sería acaso más difícil que juzgar su obra ingente. Fue Basadre un personaje incomparable. Su capacidad de trabajo y creación hicieron milagros. Jamás se detuvo ante obstáculos, por insalvables que pareciesen. Lo que en otros países realizaron sus mejores colegas, auxiliados por decenas de colaboradores y provistos de fondos ingentes, lo hizo solo. Bolígrafo en mano, llenando el día entero con su letra menuda todos los papeles a su alcance, incluyendo los sobres que recibía, acumuló millares de páginas originales, decenas de libros y más de veinte mil papeletas bibliográficas. Hombre de precisiones, trabajaba con rigor inflexible. Era implacable en la autocrítica y en la búsqueda de la justa medida, de la exactitud, de la equidad.

Jamás pidió nada ni creyó merecer cosa alguna. Si alguna vez deploró sus limitaciones, fue para referirse a posibilidades de trabajo, nunca a satisfacciones personales. Murió pobre y digno, como había vivido siempre. Muy rara vez y sólo en tono íntimo –“bajo secreto de confesión”, solía decir– aludía a sus cuitas personales. En este aspecto, era recatado y pudoroso en extremo.

Prefería derramar sobre los demás aquella cordialidad que Keats llamó “la leche de la bondad humana”. Era generoso y estimulante con todos, en particular con los jóvenes. Se sentía renacer y prolongarse en ellos. Participaba vivamente en su quehacer y sus inquietudes. No se negaba a las infinitas consultas personales y telefónicas que lo acosaban. A nadie regateaba una frase de aliento, un elogio, un gesto amistoso. Prodigaba consejos, guías y enseñanza. Su delicadeza  personal le llevaba a ubicarse en toda circunstancia en un plano de igualdad con sus interlocutores, sin dejar de ser nunca auténtico y natural. Sabía reír como un niño y sentir los entusiasmos que suelen perderse con la adolescencia. Gozaba lo mismo un buen libro que un recuerdo, un partido de fútbol que una película del Oeste.

Un hombre sin hiel, sin reservas ni pliegues, con profundo sentido dela dignidad propia y ajena, y con respecto y piedad auténtica ante el hombre pequeño y desvalido. Sentía de veras al “Perú profundo”. Su humanismo tenía una dimensión cultural, pero sobre todo raíz humana y social. Ningún intelectual peruano tuvo los pies tan pegados al suelo.

Basadre fue único. Tendrá mucha fortuna el Perú si llega alguna vez a contar con otro creador de su talla y valía.

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El Perú de Basadre

Por PABLO MACERA CIMG4617 Entre los historiadores peruanos, Jorge Basadre era el historiador y quizá también el más peruano de todos nosotros porque la suya fue una peruanidad excepcionalmente difícil. Al comienzo, en la niñez, porque había nacido en Tacna al año 1903, cuando Tacna seguía ocupada por Chile; después, hasta ayer mismo, porque él entendía al PERÚ como una promesa, una problema, una posibilidad, un proyecto  y no como una cosa terminada y ya hecha sobre la cual recostarnos, ni como una regalo recibido en la infancia y que guardamos en el bolsillo para usarlo como nos dé la gana. La patria de cualquier  hombre es así no un patrimonio sino un riesgo, una apuesta existencial que hacemos junto con otros que también quieren subir el cerro cuesta arriba. Si ese hombre, que se gana la nacionalidad a diario es además un historiador, todo el esfuerzo de identidad se duplica, porque recuerda aquello que muchos entretanto ya han ido olvidando convenientemente.

Esta caracterización preliminar de Basadre sugiere una asociación entre los países “difíciles” o en dificultad y los grandes historiadores. En principio comparto el prejuicio de quienes niegan que exista una específica relación causal (casi providencial) entre necesidades y soluciones. Esto significa que un país puede necesitar con urgencia un gran historiador, un gran político o un gran jefe religioso y sin embargo puede ocurrir que no aparezcan. Con todo, una mínima evaluación estadística a escala mundial nos haría ser muy cautelosos. Porque resulta igualmente verdad que los grandes líderes y pioneros en el campo que sea (incluyendo historia, política) sólo se desarrollan en contextos funcionalmente idénticos caracterizados por graves crisis sociales. En otras palabras: pueden existir necesidades que no encuentren solución pero no a la inversa, pues resulta obvio que las soluciones y los hombres que  las gestionan no surgen mientras no exista la correspondiente urgencia social.

De algún modo, el Perú de los años 20-30 estaba a punto para que irrumpieran hombres como Basadre, Mariátegui, Haya, etc. Habíamos perdido una guerra en 1789, fracasó después la Revolución aristocrática (1985-1919) y el proyecto leguiísta, pese a su innegable grandeza, exigía un costo muy alto. Para comprender esa historia (su pasado-presente) para relacionarse con ella de un modo creador, Basadre no podía ser solo un historiador altamente profesionalizado. Tenía, al mismo tiempo, que ser un político, lo que no significa ser diputado, senador o ministro sino estudiar de un modo integral los problemas históricos y los problemas actuales para encontrar la vinculación de ambos con su común solución en el futuro. Porque lo que Basadre cubrió, lo que descubre todo verdadero historiador (como bien lo ha dicho Marcusse), es que la historia no es un pasado; y que quienes así lo definen (practicando el borrón y cuenta nueva) nos escamotean una cuenta pendiente. El Perú de Basadre, como el Perú de nosotros, está lleno (y moralmente vacío) de enormes cuentas pendientes. Debemos decirlo sin pesimismo, sin derrotismo, sin odio. Si alguno puede, que lo diga también con serenidad; pero debemos decirlo.

Desde esta perspectiva la obra de Basadre y su actuación pública forman un todo orgánico. Este desde luego es un “privilegio” de países como el nuestro. En Alemania, Francia, Estados Unidos no resulta fácil que un profesor universitario tenga alguna importancia política. En ese sentido, la mayoría de  nuestros encomiables colegas extranjeros es académicamente calificada pero de una enorme insignificancia pública. Ventaja aparente de una especialización del trabajo social que deja a los historiadores, economistas, sociólogos, etc., de esos países el campo académico; mientras reserva a los políticos el control efectivo del mundo práctico cotidiano. Es países como el Perú no hemos llegado –y ojalá lleguemos– a esa taylorización moral. Es cierto que muchos historiadores peruanos sólo quieren ser eso: historiadores. Con lo cual terminan no siéndolo ni siendo nada. Pues ni sus familiares más íntimos llegan a leerlos. Pero al lado de estos historiadores “académicos” siempre han existido en el Perú historiadores al estilo Basadre. Como Guamán Poma, y Garcilaso, para quienes la crónica histórica es una forma de buen gobierno.

No quisiera dar con esto la impresión que Basadre ha sido un hombre correctamente aprovechado por su país. Al contrario, Basadre fue uno de los grandes desperdiciados por el Perú. Como Rivagüero y como Raúl Porras, Basadre nunca fue Decano de letras, ni Rector de San Marcos, cargos para los que tenía títulos de sobra. Algunos de los que han lucido sus caras y sus galas domingueras el día de su entierro le cerraron el paso en San Marcos, le hicieron la vida imposible en la Biblioteca Nacional y terminaron por hacerle grato su retiro de la Universidad. La mediocridad es siempre miedosa y se arrebaña. Asimismo, algunas de sus grandes obras han sido destruidas por la estupidez –no hay otra palabra–. Ahí está la Biblioteca Nacional con un presupuesto misérrimo, con sus colecciones de revistas desactualizadas; convertida toda ella en salón de lectura escolar. Después de haberla dejado incendiar criminalmente por no gastar unos cuantos soles en cambiar cordones eléctricos, el Estado Peruano viene matando de hambre a la Biblioteca Nacional. Lo que es también una forma de matar su propia memoria; o, como decía Milton, de asesinar al hombre por su ojo. Todo eso está dentro de la lógica del país oficial: pues ambos crímenes (hambre, olvido) se practican hoy entre nosotros a escala nacional. En el paseo póstumo de Basadre delante de la Biblioteca de San Marcos  y la Biblioteca Nacional había así sincero homenaje de esas instituciones pero también una ironía involuntaria, caso sangrienta.

Esta es mi interpretación personal, respetuosa y arbitraria de Basadre. Pero es mi deber no dejar la impresión que la personalidad de Basadre contenía algo de la cólera excesiva con que esta paginas mías han sido escritas. Si alguna lección quisiera aprender de él es su admirable serenidad que era a la vez inteligencia y emoción, puestas humildemente al servicio de los otros. Basadre conocía bien los defectos, los errores, las traiciones, las torpezas que se habían ido acumulando sobre las espaldas peruanas en el curso de los 150 años de Republica. Pero su indignación frente a estas monstruosidades y excrecencias era controlada por su optimista afirmación de mirar siempre hacia el futuro. Nuestro deber no es, por consiguiente, “interpretar” a Basadre sino dejar que el propio Basadre llegue a todos los niveles de la población peruana, para que las gentes nuestras, tan aplastadas por crisis, frustraciones y miserias, reciban una lección de fe.